El movimiento me first

Mi primer contacto con este movimiento se remonta a los años 70 y tuvo lugar en el contexto del verano suizo, ese verano fresco y de un verde Caran d’Hache único y característico del país que tanto echo de menos. El verde, no el país. Mi abuelo el Herr Doktor Gygax nos acompañaba en esos veranos y tenia una forma -de uso muy frecuente sobre todo en la mujeres- de mostrar su cariño hacia sus cinco nietos: los alimentos. Algunas personas que no han aprendido a mostrar afecto directamente a base de palabras o de achuchones lo hacen con la nutrición. Fijaros en este fenómeno… resulta bastante curioso. Mi abuelo en algunos momentos totalmente aleatorios para mi, en que supongo debía sentir profunda alegría, iba a su dormitorio, habitación prohibida para los niños y extraía un tesoro del cajón central de su cajonera isabelina de caoba. Algunas veces era un paquete de barquillos bañados en chocolate negro, otras unos sable au beurre con chocolate con leche o el tesoro supremo: una bolsa de patatas chips con sabor a Paprika. A media tarde de Suiza sobre las 14 o 15 horas nos encontrábamos los nietos pululando en pleno juego descalzos sobre la hierba del jardín o sobre la moqueta de la casa sintiendo esa libertad infantil que solamente se da en verano. El Herr Dr. Gygax vestido con traje gris de rallas, tirantes y sombrero de paja exhibiendo una inmensa sonrisa de dientes torcidos nos contemplaba desde sus ojos azules acuosos y de repente preso de tanta alegría tenia el impulso de culminar la felicidad con azúcar, costumbre que he heredado. Llamaba entonces al nieto que se le presentaba mas a mano y le entregaba el tesoro y con él la responsabilidad; “es para compartir”. Si el tesoro caía en manos de mi prima Anettli que tenia un aspecto angelical con sus tirabuzones rubios y sus ojos azules estaba claro para mi que no cataría patata. Era miembro del me first.

Desde entonces mis encuentros con miembros de este movimiento no han parado. Cada vez que entro en el autobús y paro a marcar mi billete y me adelanta alguien con prisa por la izquierda en busca de un asiento libre me estoy topando con uno o una. Una vez en Sant Pol, mientras me dirigía hacia un banco con vistas al mar para sentarme, se me adelantó una mujer visiblemente presa de urgencia, se sentó en el banco y con el brazo hizo el gesto de reservarlo entero para sus parientes rezagados. Llegué antes que ellos y me senté, entonces me dijo en tono triunfal, “este banco esta reservado… “Esto me pillo ya con cierta edad y tuve el coraje de responderle; “señora, los bancos públicos no se reservan, son para el disfrute de todos”

Sin embargo, los miembros del mi first a pesar de que yo acumule años y con ellos las agallas para defender mi punto de vista, siempre logran sorprenderme. Nunca dejaran de sorprenderme porque abundan y la sociedad les da abono y crecen. Parece que pertenecer al mi first es un valor, algo positivo que algunos padres y educadores fomentan y confunden con la muy saludable habilidad de la asertividad.

Esta semana los miembros del mi first de mi generación han estado muy ocupados y además muy orgullosos de su actividad. Ya no se trata ahora de conseguir una patata o un asiento sino una vacuna. Me los he encontrado en varios sitios; el mismo carpintero que vino a instalarme una persiana y a su vez me explicó que había contemplado la idea de subirse a la moto, viajar hasta Viella porque allí sobraba una vacuna, vacunarse y luego volver el mismo dia… y yo pensé: ¿porque no se espera a que sea su turno y lo llamen del Cap? Tambien pensé: ¿con lo bonito que es el Pirineo Aragonés a quien se le ocurre subir y pasar unas pocas horas sin disfrutar del paisaje? Pero es que yo siempre he pensado raro…

Otra persona que me confunde mucho es una amiga alemana pseudonegacionista…que ha convencido a sus hijas de no vacunar a sus nietos de nada, insisto; de nada. Ni siquiera el típico tétanos de toda la vida… Los motivos para ella obvios; los médicos nos engañan, las farmacéuticas solo piensan en tener beneficios (hecho cierto, dicho sea de paso) bla, bla, bla. Sin embargo, lleva desde febrero esperando su vacuna de la Covid como agua de mayo, obsesionada con esa dosis que le va a devolver su libertad y muy pendiente de adelantarse en la cola a la mínima oportunidad.

Me libro finalmente, no sin esfuerzo, de esos pensamientos para concentrarme en mi trabajo del viernes. Ayudar a niños cuyos padres están preocupados porque sus retoños tal vez no puedan defenderse en un mundo en el que predominan los miembros del mi first. Ayudo como puedo y como siempre hago hincapié en que tener hijos del grupo after you no debería ser motivo de preocupación sino de orgullo. No consigo convencerles obviamente y me dirijo hacia una cena de amigos de mi quinta. Entonces aparece triunfante mi amiga con una sonrisa inmensa “ya estoy vacunada” dice satisfecha nada mas llegar y procede a contarme todo lo que ha hecho para conseguir que la vacunen antes que a otros y una vez mas yo no entiendo. ¿De dónde nace esa satisfacción de colarse? En la época algo remota ahora, en que los miembros del me first se colaban en el check-in del aeropuerto tampoco hacían alarde de ello después.

La tentación o mejor dicho la inercia de pasarme al me first me invade y me hace entrar en conflicto interno. A ver si me quedo yo sin vacuna… Deberías espabilarte mas…

Pero no. Contacto con la rabia hacia este movimiento y me aferro a mis valores de miembro honorifico del after you mientras me pregunto: ¿Cuántos miembros debemos ser?

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